Germinaste como una semilla, no muy robusta, pero si de extraordinaria fortaleza, te encumbraste y te hiciste un gran árbol, el cual movido por el sutil viento se levantó día tras día hacia la cúspide, paciente, sosegado, prudente y con fértil y lúcido abono; bañado además de radiante pensamiento.
Tu crecimiento no opacó nunca tu don de servir y ayudar, el llegar a la cima nunca te obnubiló, siempre te dedicaste a cooperar con los demás, a sacrificarte por empujar el desarrollo de tu gente y tu municipio, esto así, porque te entregabas para estar ahí, presto a buscar las alternativas de socorrer, cosas que lograste muy bien, ayudaste a tu gente en todo momento.
Aprendí de ti gran amigo, muchas cosas, entre ellas, y sin tu nunca habérmelo dicho, a fortalecerme en lo personal e integral, en lo empresarial y a valorar las personas y reconocer sus habilidades.
Soy testigo, de que recibiste extraordinarias muestras de afectos de las personas comunes de tu municipio, recibiste abrazos y sacabas tiempo para almorzar con tus invitados sin importar su status, compartiste con las personas cada momento, te sonreías con los niños en los parques como ellos mismos, a carcajada espléndida pero de respeto y cariño.
Siempre cuidaste del prestigio de las cosas en las que te involucrabas, cuidaste también de que se hiciera lo correcto, transparente, bondadoso y solucionador de posibles dificultades.
Ese es el Juan de los Santos que conocí en 1995.
Como Dios bien lo quiere, te encontrarás algún día nuevamente con los tuyos, con tus hijos, tu esposa, tus hermanos, tus familiares y amigos.
Dios te guarde, haga Dios resplandecer su rostro sobre ti, y ponga en ti paz.
Por: Pedro Suárez.